El amor de Dios es maravilloso. Puedo pensar en el dolor en su alma cuando habla mediante este profeta. El nos da cosas y nosotros las utilizamos para alejarnos de El. Pedimos un buen trabajo y resulta que nos esclaviza. Pedimos una pareja y nos hacemos dependientes de ella. Pedimos hijos y nos dejamos envolver en ellos. Tenemos tiempo para todo excepto para orar. Aquel por quien somos lo que somos es a quien menos acudimos en tiempo de bonanza, pareciera que solo nos podemos concentrar en El cuando nos va mal en el trabajo, cuando tenemos problemas financieros, familiares o de salud. Nuestro Dios mas bien parece un sirviente nuestro al que solo le hablamos cuando estamos en necesidad. No nos engañemos pensando que como le damos gracias en los "cinco" minutos que dura nuestra oración estamos siendo agradecidos con El.
Sin embargo, Dios nos perdona. No se queda enojado, no nos abandona sino que nos lleva al desierto para hablarnos de amor. El desierto es aquel espacio donde nos reencontramos con El, donde podemos sentir lo especial que somos para El y nos reconectamos con la única fuente de felicidad y paz eterna. Ese desierto muchas veces es una salud quebrantada, un matrimonio en crisis, un hijo descarriado, pero también puede ser tu cuarto o el Santísimo. No hay que esperar una crisis para encontrarnos con Dios, El siempre espera porque nos ama con amor eterno y nos extiende su misericordia.
" Señor, por tu inmensa bondad borra mi culpa, pues tengo siempre presente mi delito. Tu me lo das todo y yo lo desperdicio, no utilizo tus dones para darte gloria. Quiero cambiar, llévame al desierto, vuélveme a Ti. Casate conmigo en fidelidad, quiero conocerte de forma que no me separe de ti. Ayudame a mantener la alianza que iniciamos en mi bautizo hasta que me reúna contigo y este por siempre en tu presencia. Gracias por amarme a pesar de mis infidelidades. Amen."
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