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sábado, 18 de septiembre de 2010

Bendigan a los que los maldigan, rueguen por los que los difamen. Lc 6,27-28

Nada hay más doloroso que el hecho de que alguien hable mal de ti sin base o que alguien te odie sin razón. Es natural querer devolverle la moneda o hacer aún peores cosas para vengarnos. Nuestro ego está ofendido y con razón, pero debemos resistir la tentación de obra igual que nuestro enemigo. Pareciera injusto hacer nada para vengar el daño pero la verdad es que es lo mejor que nos puede pasar porque se lo dejamos a nuestro Padre celestial que nos cuida como a la niña de sus ojos. Al rogar por aquellos que nos odian actuamos como Cristo en la cruz y por tanto progresamos espiritualmente hacia la perfección a la que hemos sido llamados.
El resentimiento y el deseo de venganza son sentimientos muy dañinos para quien los tiene y por eso al liberarnos de ellos por la gracia del Espíritu Santo ganamos dones espirituales. No crean que los actos de los malvados quedarán impunes pues Dios es justo y devuelve a cada quien según sus obras y si hacemos lo que queremos qué nos devolverá Dios. ¿Dónde estaría la diferencia entre nosotros y nuestros enemigos?
"Amado, Señor, me cuesta bendecir y orar por aquellos que me han hecho tanto daño, pero quiero agradarte a ti por sobre todas las cosas, por eso te pido que me liberes de mi orgullo y me des la gracia de perdonarles en el Nombre poderoso de Jesús, permite que ellos puedan abrir sus ojos y ver que su conducta es abominable para" que cambiándola puedan evitar mayores consecuencias y que algún día podamos darnos un abrazo sincero de hermanos. " Amén!

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