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lunes, 7 de junio de 2010

El matrimonio

"Feliz el marido de una buena mujer: el número de sus días se multiplicará. Una mujer valiente es la alegría de su marido, éste vivirá en paz todos los días de su vida. Una buena esposa es como el premio mayor de la lotería, le tocará en suerte al que teme al Señor.Rico o pobre tendrá contento el corazón; en todo momento se verá la felicidad en su rostro." Siracides 26, 1-4

En nuestra sociedad actual, vemos como el matrimonio se ha ido quedando como una idea hermosa en la cabeza de muchas mujeres ingenuas que se pasan la vida viendo novelas de amor. La realidad es que vamos al matrimonio con muchas ilusiones pero pocas precauciones. En esta palabra de Siracides nos damos cuenta de que hace miles de años atrás pasaba lo mismo, pues era considerado el buen matrimonio como un premio de la lotería. He escuchado miles de veces esa frase conmigo misma y con otras muchas mujeres más. ! Te sacaste la lotería con ese muchacho! !Cuánta suerte! etc. Pero aquellos que vamos recorriendo este camino de pareja sabemos que una buena relación no viene del azar sino que es un don de Dios, pura gracia divina. ¿De qué otra manera pueden dos personas con tantas diferencias de criterios, pensamientos e incluso prioridades lograr una sinergia tal que de su unión salga algo mejor aún que ellos mismos? Como todo lo que Dios nos da, requiere de nuestro esfuerzo y decisión el mantenerlo, protegerlo y alimentarlo para que dé fruto.

El matrimonio es para mi una oportunidad única de santificación, pues cada cónyuge debe morir a sí mismo para darse al otro, morir al interés propio y tragarse el orgullo a cada segundo para buscar el bien común. El Señor es tan bueno que decidió poner al alcance de nuestra mano la oportunidad de practicar ese amor incondicional que El nos vino a entregar a cada uno, donde hay que perdonar, creer, soportar y esperar siempre lo mejor de la otra persona simplemente porque fue un obsequio de Dios para mi. Es un regalo exclusivo y personalizado, aquel tiene lo que a mi me falta y yo tengo lo que él necesita. Una danza perfectamente coordinada donde vamos madurando cada día. ¿Díficil? No, no sólo eso sino que humanamente imposible. En estos 3 años y medio de matrimonio he querido divorciarme miles de veces, me he mantenido sólo porque he recordado que Dios eligió a esta persona para mi de entre todos los miles de hombres que hay en el mundo y si El no pudo encontrar otro mejor, cómo puedo hacerlo yo? Le prometí delante de El que lo amaría, cuidaría y le sería fiel en todas las circumnstancias por el resto de mi vida y así lo haré porque aunque pasemos por situaciones de dolor, carencia y desanimo si estamos juntos podremos sobrellevarlas mejor. Es así como vamos madurando en el amor, qué mejor forma de aprender a amar que amando y si vamos de la mano de Jesús, no hay duda de que llegaremos a buen puerto.
Jesús quiere que los matrimonios permanezcan unidos hasta que la muerte los separe, no seamos nosotros quienes cambiemos este destino divino. Esposo, ama a tu esposa como Cristo ama a su Iglesia y dió su vida por ella, hazla sentir amada con tus palabras y tus acciones. Esposa, ama a tu marido con el amor de María que en todo fue silencio, servicio y obediencia.

"Señor Jesús, pongo en tus manos mi matrimonio para que tú permanezcas en el centro de él y nos ayudes a morir a nuestro egoísmo de forma tal que busquemos siempre lo mejor para nuestra pareja, que no permitamos que nada ni nadie se interponga en la unión que tú has bendecido sino que con el pasar de los días podamos sentirnos más unidos en ti, llenos de tu amor en los momentos de tristeza, de tu fidelidad en los momentos de dificultad, de tu perdón en los momentos de rebeldía, de tu paz en cada momento de nuestras vidas." Amén!

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