Cada vez que escucho estás palabras antes de comulgar mi corazón se alegra de la bondad del Señor en aceptarme con todas mis deficiencias e invitarme al banquete de su casa. Por eso le pido en ese momento que me sane que me purifique para poder comer su cuerpo y su sangre. Como el centurión romano yo también sé que basta que El lo diga y se hará.
Cuando me faltan las fuerzas para seguir en el camino, el Espíritu Santo me recuerda lo que Jesús hizo en su paso por la tierra, como nos trató como nos perdonó y sanó, entonces llega la paz a mi corazón porque sé que si lo hizo puede hacerlo otra vez.
Puede que hoy no te sientas digno del amor de Dios por todas las cosas malas que hayas hecho, pero sólo tienes que reconocerlo ante El y El te sanará, en Isaías nos recuerda que sí somos dignos porque El nos ama y el amor cubre todas las faltas. Que nuestro corazón sea humilde pero que nunca olvide que Dios nos ama a pesar de nosotros mismos.
"Señor, en verdad no soy digno de ti, pero saber que aún así me amas me anima a dar lo mejor de mí para parecerme más a ti cada día. Sabes que con mis propias fuerzas no puedo nada pero que contigo lo puedo todo, envíame tu Santo Espíritu para poder llevar a cabo la misión que tienes para mí en esta tierra. Amen"