Qué fácil nos es juzgar a los demás; poner intenciones en sus actos. Sin embargo, cuando la moneda se vira nos sentimos tan dolidos porque sabemos que nuestras intenciones no son las que los demás andan diciendo o pensando.
Seremos juzgados con la misma vara que usamos con los otros, por eso debemos ser muy cuidadosos. Más bien, debemos siempre respetar el misterio del otro, pues sólo él y Dios saben por qué son como son.
Tratemos de ver en los demás lo mismo que vemos en nosotros; muchos deseos de ser mejores pero logramos poco aún con muchísimo esfuerzo de nuestra parte. Si fallamos tanto a pesar de querer ser perfectos, cuánto más querrán hacer lo mismo nuestros hermanos.
"Señor, dame tus ojos para mirar a los demás como tú los miras, tus manos para ayudarles como tú los ayudas, tus oídos para escucharles como tú, pero sobretodo dame tu corazón para amarles como los amas tú. Amen"
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