Debemos buscar la santidad del corazón y no la de las apariencias, hacer las cosas no para que los demás reconozcan en nosotros a un cristiano sino para que Dios lo vea. Lo que hacemos habla más alto que lo que decimos. De nada nos sirve andar por ahí haciendo el bien si de paso andamos con un altavoz para que todo el mundo lo escuche. Hay que preguntarse siempre cuál es nuestra intención al hacer algo, si es para complacer nuestro ego o porque en verdad amamos al Señor y queremos agradarle.
"Señor, ayúdame a ser humilde, a practicar la caridad y el ayuno que te agrada a ti, por ti y no para tranquilizar mi conciencia o satisfacer mi ego. Amen"
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