Jesús es la puerta hacia el Padre, el que permanece en El tendrá vida y abundante. No hay mayor felicidad que descubrir su amor por nosotros, el cuidado y el cariño especial que nos tiene, ese es para mí el pasto al que se refiere en este evangelio.
El pasto de la certeza del amor de Dios es simplemente maravilloso. Nos alimenta más que cualquier comida, nos llena el corazón de una alegría mejor que la que beben vino en abundancia y a mí me gusta mucho el vino, pero el del Espíritu Santo es el mejor de todos.
Me maravilla cómo puede El actuar tan escondido para unos y tan evidente para otros. Ayer en la misa sentí tanta presencia de Jesús que por un momento pensé que me iba a poner mal o algo así, estaba muy feliz pero temblaba mi cuerpo y lloraba sin parar, fue una experiencia que no se puede explicar con palabras y que me llena de gozo saber que Jesús quiso visitar mi corazón de una manera tan especial.
Antes veía la misa como una costumbre muy aburrida, me dormía y divagaba muchísimo, pero cuando entendí que Jesús realmente está presente no he vuelto a sentirme igual, cada misa es una fiesta para mí, sin importar el sacerdote celebrante ni la música ni nada más, sólo saber que Jesús en persona está vivo en ese pedacito de pan y en el vino, hace que mi corazón se estremezca. Si aún no lo crees, pídele a Dios que te dé la gracia de sentirlo, yo hablo porque lo he vivido ...y es maravilloso.
"Señor, quiero entrar por la puerta que me ofreces, tú dijiste que quien coma de tu carne y beba de tu sangre no morirá para siempre. Que pueda yo siempre disfrutar de los misterios y el milagro de cada misa, que se abran mis ojos espirituales y crea que en verdad estás allí, porque lo estás. Amen"
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