Qué poca fe tenían los discípulos, mirando aterrorizados como la barca se llenaba de agua, olvidaron que tenían consigo a alguien que tenía poderes maravillosos y que los amaba. No comprendían cómo podía dormir con semejante tempestad. El les cuestiona su nivel de fe y luego calma el viento. Los discípulos quedan sorprendidos una vez más ante la autoridad de Jesús.
A nosotros nos pasa lo mismo, hemos visto cómo el Señor ha actuado en nuestras vidas, pero desde que nos encontramos con la dificultad le despertamos y le preguntamos por qué no nos libra. Nuestra confianza en Dios es lo que nos permitirá estar tranquilos en medio de los pronósticos terribles que diariamente leemos en los periódicos, o nos dicen los demás. Somos pesimistas por naturaleza, pero debemos recordar quién está en nuestra barca, Jesús nunca permitirá que nos hundamos si le damos el verdadero control de nuestras vidas.
"Amado, Señor, sé que aunque a veces pareces dormido ante los problemas que me rodean; en realidad no hay nadie más atento a mis necesidades que tú. Aumenta mi fe y confianza en ti para que ni en el peor problema me sienta abandonado sino más bien en paz porque tú estás conmigo en toda circunstancia. Contigo no hay forma de que mi barca se hunda. Gracias Señor por tu cuidado especial. Amen"
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