Las palabras de Jesús fueron motivo de divisiones en su tiempo y también lo son en el nuestro. Sus palabras son luz y vida para quien las acoge pero significan locura y prepotencia para aquellos que no han sido llamados a entender el evangelio. En verdad, que nadie ha hablado jamás como Jesús, su predicación cambió radicalmente la manera de ver a Dios; de mirarlo como el Santo, distante y castigador, pasamos a verlo como un Padre lleno de ternura y cercano.
Que sus palabras se puedan hacer vida en nosotros, de forma que nuestra vida se haga evangelio.
"Abre mi corazón a tus palabras, Señor, que no me quede en la superficie sino que pueda yo vivirlas con alegría, aun cuando los demás no me comprendan o me calumnien. Amén"
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