Jesús es la luz del mundo, cuando le encontramos por primera vez nos damos cuenta de que nuestra vida sin El estaba en total oscuridad. Es una sensación maravillosa e indescriptible el ver cara a cara a Jesús. Inmediatamente nos damos cuenta de tantas cosas que eran obviadas anteriormente. Nuestros pecados saltan a la vista con vergonzoso afán, pero no es para que nos condenemos sino para que nos arrepintamos y cambiemos nuestra conducta.
Dios es un Dios de amor y viene a nuestro encuentro para que podamos elegir el camino correcto y cuando creemos en Jesús, recibimos un guía de lo alto para que podamos discernir lo que agrada a Dios; lo bueno, lo bello, lo santo y lo perfecto. Pidamos la luz a Jesús para andar siempre en su voluntad.
"Amado, Jesús, me desvío constantemente de tu camino, pues es fácil y atractivo el camino oscuro, pero sé que sólo en tu luz puedo alcanzar la plenitud de mi ser, envíame tu Espíritu Santo para que ilumine mi corazón totalmente y no ande en tinieblas. Yo creo en ti, Señor y Dios mío. Amen"
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