Seremos medidos por nuestra misericordia, por nuestra capacidad de compadecernos de los demás y aliviar sus cargas. Todo lo contrario a lo que nos pide este mundo que cada día nos individualiza más y quiere meternos en la cabeza la idea de que cada quien puede salvarse a sí mismo y debe ocuparse de sí mismo. No es que debamos olvidarnos de nosotros pero sí cumplir a plenitud el segundo mandamiento :"Amarás a tu prójimo como a ti mismo" ni más ni menos. Significa que debemos tratar a los demás con toda la consideración con que nos gusta que nos traten, que no debemos creernos mejores ni peores que ellos y lo más difícil, compartir sus penas y de sernos posible aliviarlas.
El ser humano se hace grande cuando aprende a darse por los demás con la misma entrega en que cuida de sí mismo, ese equilibrio perfecto es santidad, los demás son tan importantes como yo, hermanos de sangre en Cristo Jesús. Hoy comencemos a mirar a esa persona que nos cae mal, a aquel que nos ha engañado u ofendido con los ojos de Jesús. Busquemos a un prójimo que esté enfermo, hambriento o en la cárcel y hagamos lo que nos pide Jesús, uno por día hasta que crezca en nosotros ese amor que sólo El nos puede mover a dar.
"Te pido perdón por mi egoísmo, Señor, de ahora en adelante recordaré que amas a los pobres y olvidados de este mundo tanto como a mi y procuraré hacer por ellos lo que tú has hecho conmigo. Amen"
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