Siempre me sorprende que María en su primer trimestre de embarazo se haya ido donde Isabel. Sin embargo, ella se fue a ayudar a su prima mayor de edad y se quedó con ella probablemente hasta el nacimiento de Juan. El Espíritu Santo que estaba en la Virgen la impulsaba a servir a los demás antes que a ella misma, bien podía ella quedarse a guardar reposo siendo la madre del Mesías, pero eso no es lo que el amor perfecto dentro de ella la llamaba a hacer. Ahí vemos una vez más la grandeza de nuestra madre, que da gloria al Señor antes que a todo.
El magníficat de María podemos y debemos cantarlo todos, pues el Señor ha hecho maravillas con nosotros, nos envió a Jesús para darnos la vida eterna, esta nueva vida la aceptamos cuando amamos a los demás con sinceridad, con entrega pero sin faltarnos a nosotros. Tal vez hubiese sido fácil para María quedarse en casa de Isabel que era testigo del milagro que ella vivía, la única quizás, pero ella tenía que seguir con su vida. Nosotros igualmente no podemos quedarnos en la alabanza ni en el servicio, sino que debemos hacer lo que cotidianamente hacemos pero con Dios en primer lugar. Dando testimonio en todo de que El vive en nosotros.
"Señor, con María quiero alabarte porque has hecho maravillas en mí, gracias por tu misericordia para conmigo y los míos. Que pueda yo servir a los demás y alabarte con mis hermanos con mucha humildad y mansedumbre de corazón. Amen "
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