La hemorroísa fue sanada porque creyó en Jesús. Después de años de terapias humanas que le costaron su fortuna, no perdió la esperanza de que podría curarse. Cuando le hablaron de Jesús se aventuró entre la multitud porque en su corazón sentía que El sí podía quitarle esa enfermedad que la tenía agobiada. Sólo su manto y ella el flujo de sangre se cortó, sintió en su cuerpo un cambio, pero luego su alma también fue sanada cuando Jesús le dijo vete en paz porque supo que ya no volvería a padecer de ese mal jamás.
Muchos de nosotros, en cambio, carecemos de esta perseverancia que ella tenía y cuando tenemos un mal que nos agobia no buscamos incesantemente a Jesús hasta que lo encontremos donde podamos tocarle, sino que nos desanimamos y dejamos que el mal se quede con nosotros.
Dios tiene el poder de sanarte, de salvarte, de liberarte, sólo tienes que creer que es así, extiende tu mano y toca su manto, El está justo delante de ti.
"En el Nombre de Jesús recibo sanidad, he tocado su manto y me declaro sana por hoy y siempre. Amen"
No hay comentarios:
Publicar un comentario