Santiago nos aclara sobre las dos formas que tiene el hombre de fallarle a Dios; una es la prueba, aquellas situaciones de enfermedad, escasez, persecución que nos permite afianzarnos en el Señor o alejarnos de El. Los que deciden aferrarse a Dios en medio de la prueba, salen fortalecidos en la fe de una manera que los demás reconocen y dan gloria a Dios por medio de ellos.
Por el contrario, la tentación, viene de adentro de nosotros, es nuestra propia inclinación al mal que debemos aprender a rechazar; el deseo de relaciones prohibidas, el chisme, el lenguaje vulgar, la pornografía, etc. Son vicios que comienzan dentro de nosotros y que podemos rechazar cultivando las virtudes contrarias y con la práctica constante de los sacramentos.
"Amado Señor, que pueda yo ir dejando mis inclinaciones al mal a fuerza de practicar el bien, de amarte a ti por sobre todas las cosas, dame la fuerza y los dones que necesito para salir victorioso de los momentos de prueba y vencer la tentación para no ofenderte nunca más. Amen "
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