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viernes, 17 de febrero de 2012

"Veis que el hombre queda justificado por las obras, y no por la fe sólo." St 2,14-24.26

No es suficiente el sólo decir yo creo en Jesús si estás palabras no están acompañadas de las acciones que identifican a un hijo de Dios, especialmente la práctica de la caridad hacia los demás. La fe en sí misma no tiene valor, sino que es el medio por el cual vamos aprendiendo lo que se espera de nosotros, pero sólo sirve si ponemos en práctica lo que por fe sabemos.
Jesús vino a esta tierra a enseñarnos cómo amar, ese es el elemento más visible en toda su predicación  y su vida. Pero amar no es una palabra, es una acción, una decisión que debemos tomar aún cuando no nos provoca hacer nada por el hermano. Sin embargo, cuando por fe ayudamos a alguien, nuestro corazón se parece al de Cristo, quien sufriendo aprendió a obedecer y la obediencia es una acción no una simple confesión de fe.
Un día estaba en misa y vi a una señor con una niña e inmediatamente sentí en mi corazón la necesidad de ayudarla, a mi me cuesta mucho acercarme a los extraños, además de la incertidumbre de si se iba a ofender, pero sabía que Dios me mandaba a hacerlo, así que desde que terminó la celebración me fui detrás de ella y precisamente se había acercado a una señora para pedirle ayuda porque tenía que hacerle unos análisis a su hija, le dí el dinero y me fui llorando porque sabía que si no hubiera hecho caso de mi fe ella no habría obtenido lo que necesitaba y yo le habría fallado al Señor. Para El la gloria por los siglos de los siglos.

"Señor, que mi fe no sea un cadáver sino que vaya creciendo mediante la entrega y el amor a los demás, aún a pesar de mis miedos, de mi escasez o de mis limitaciones, que pueda yo obedecer tu palabra y no sólo "creer " en ella. Amen"

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