Debemos tener cuidado con lo que le ofrecemos a los hombres. El rey Herodes se dejó llevar por el impulso e hizo un ofrecimiento a la hija de Herodías que le costó la vida a Juan, un hombre inocente. Lo peor fue que cumplió un delito simplemente por no quedar mal delante de sus invitados. ¿Cuántas veces hemos pecado por dejarnos llevar de un impulso, por estar entre gente que nos induce a desobedecer lo que Dios nos ha mandado?
Cuando crecemos en la fe, nos importa más lo que Dios piensa de nosotros que nuestra reputación delante de los hombres y sobretodo tenemos prudencia al hablar para no ofrecer hacer cosas que vayan contra nuestros principios y valores cristianos. Cuando caemos, pedimos perdón y hacemos penitencia con un propósito firme de no volver a caer. Así aseguramos nuestra victoria en un mundo caótico. Al igual que a David, el Señor nos perdona y nos afianza.
"Señor, que no me deje llevar por nadie para cometer actos que van contra tu voluntad, ayúdame a entonar salmos de alabanza todo el día y a meditar en tu palabra para que siempre sepa hacer lo que te agrada. Dame la humildad de reconocer cuando me equivoco y volver a ti arrepentido. Amen"
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