Una vez más nos llama Jesús a la humildad. A dejarnos moldear por la mano de Dios cual barro en sus manos. El yugo de Jesús es fácil y ligero porque no está aferrado a nada de este mundo sino al Padre celestial. Te preguntarás como hay gente que en medio de una gran miseria, de una enfermedad catastrófica o rodeado por grandes dificultades puede mantener una actitud positiva y calmada. La respuesta está en este evangelio, al confiar en aquel que nos creó y que por tanto es dueño de todo cuanto existe, tenemos la certeza de que si El que nos ama tanto permite la tribulación es porque tiene un propósito mayor que el que podemos entender en el momento.
Cuando tenemos una comunicación constante con Dios, El nos reconforta y nos da la paz que necesitamos, la sabiduría de actuar en cada situación y salir victoriosos de ella. Carguemos con el yugo del amor al Padre y todo lo que nos pase será transformado en una alabanza al Creador. Dejemos atrás nuestro egoísmo y dejemos de hacer lo que nos gusta pero no nos conviene; cumplamos la voluntad de Dios y al igual que Jesús, aunque nos crucifiquen resucitaremos.
Si estás en una situación difícil, quédate tranquilo y vete a los pies del Señor, El te guiará y te dará lo que necesitas para vencer.
"Señor, cuando te llamo me das las fuerzas que necesito. Aunque me rodeen las tribulaciones, tú me sacarás a salvo de todas ellas. Amen"
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