Leía un libro de una señora que era abusada por su esposo y al ir a buscar apoyo donde un sacerdote este le cuestionó sobre su conducta para enojarlo en vez de defenderla a ella y a sus hijas. Por esta acción ella condena a la Iglesia Católica como si fuera la lacra más grande de la civilización. Lamentablemente los años que pasó en ella no prestó mucha atención a esta lectura. Los sarmientos y la cizaña deben crecer juntos para que puedan diferenciarse al crecer, pero eso no implica que haya que quemar el campo completo.
Estamos ligados, pero son nuestras acciones que nos diferencian. A Lutero también se le pasó la primera lectura tomada de Jeremías 7 porque está muy claro allí que nuestra fe se demuestra con nuestros actos y no con nuestras palabras.
¿De qué nos sirven nuestras oraciones si no nos llaman a un cambio en nuestras acciones, si no nos comprometen con el amor y el servicio a los demás? Qué fácil es decir yo soy salvo pero qué difícil es orar por los hermanos que pecan en vez de condenarlos con nuestro juicio. Qué difícil es sacar un dinero de nuestro presupuesto para diezmar y otro poco para ayudar a un hermano en necesidad aunque gastamos mucho más en diversiones superfluas con el pretexto de que trabajamos mucho.
¿Somos cizaña o somos sarmientos? Revisemos nuestros frutos.
"Señor, perdona las veces en que no he aportado más que mal ejemplo a mis hermanos más pequeños. Perdoname por creer que puedo ser cristiano sólo por decir que tengo fe en ti. Ayúdame a ser auténtico y a dar frutos de santidad. Que pueda permanecer siempre en tu Iglesia a pesar de la cizaña que pueda crecer a mi alrededor. Amen"
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