¿A quién no le gusta que le reconozcan sus buenas acciones? Los deportistas tienen como meta ganar la mayor cantidad de medallas que puedan. Los profesionales quieren alcanzar las más altas posiciones ejecutivas. A todo el mundo le gusta recibir reconocimiento y muchos se sienten frustrados cuando no lo reciben. Jesús, en cambio, nos invita a la humildad, a evitar brillar mucho para que no se envanezcan nuestros corazones.
Un camino difícil de seguir porque nos pone en contra de la corriente del mundo. Ayer comentaba con una amiga el hecho de que como profesionales no habíamos alcanzado la plenitud pero lo felices que eramos en el plano personal invalidaba lo demás. Ninguna de las dos cambiaría lo uno por lo otro, pues tenemos algo que mucha gente no tiene, tiempo para compartir con nuestros seres queridos. Probablemente nunca nos alaben eso en este mundo, pero el reconocimiento que buscamos está en el cielo y no en la tierra.
Hay muchos que quieren tener mucho éxito para poder humillar a los demás, sentirse especiales de esa forma porque se han dado cuenta de cuánto los ama Dios. No entienden que estamos llamados a servir y no a ser servidos que debemos ser ejemplo de Cristo en toda circunstancia. Miremos nuestras vidas y verifiquemos si estamos al servicio de Dios o del mundo.
"Amado Señor, gracias por mostrarme el camino que conduce a ti, perdona las veces en que he querido brillar y no darte gloria en primer lugar. Permite que pueda servir a los que están a mi alrededor desde cualquier posición en la que me encuentre por alta que esté. Guarda mi corazón de toda vanidad y orgullo. Amen"
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