Debemos recordarnos estas palabras siempre, nuestra recompensa será grande en el cielo, significa que por hacer las cosas que Jesús nos pide no necesariamente recibiremos recompensa aquí en la tierra sino que nos será guardada en el cielo.
En esta vida, nos tocarán muchos infortunios si obedecemos a Dios, pero no debemos preocuparnos porque estamos blanqueando nuestros vestidos en la sangre del cordero lo que nos dará derecho al árbol de la vida y si ese es nuestro propósito, por qué andar con tanto miedo, al final de esta vida no nos llevaremos nada más que la satisfacción de haber servido al Señor de todo corazón.
Si confiamos en El plenamente sabemos que no debemos angustiarnos por nada porque El tiene cuidado de nosotros y nos da todo lo que necesitamos, el problema es que no nos conformamos con eso y siempre queremos más, somos necios y no comprendemos la brevedad de esta vida.
Que Dios nos dé ese corazón bienaventurado del que habla Jesús, que sea pobre, que sea capaz de sufrir por su causa y permanecer contento pues sabe en quien confía, tiene una meta y es la vida eterna, que se nos conceda tenerla.
"Señor, a veces me pierdo en las preocupaciones de un mundo que pasará y olvido que me llamas a una vida mejor, donde no habrá dolor ni violencia ni escasez ni enfermedad, que pueda tener siempre la mirada fija en ti y ser capaz de vivir conforme a tu voluntad, de forma que pueda llegar a ese lugar que me compraste con tu sangre. Amen"
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