El mandamiento principal es amar a Dios por sobre todas las cosas. Si cultivamos este amor, todo lo demás va llegando por añadidura porque el que ama es capaz de hacer grandes sacrificios por el amado.
Mucha gente me preguntaba que no entendía por qué para ser cristiano había que estar metido en la Iglesia y afirmaban que vivían su fe de igual o mejor manera a solas con Dios. Yo les decía que para mi no era ningún sacrificio o deber, simplemente quería estar cerca de El, igual que alguien que está enamorado se pasa horas y horas hablando con su pareja, simplemente por el placer de escuchar su voz. Eso es lo que la religión significa para mí, no es una carga, ni una imposición, tampoco una costumbre que me inculcaron de chiquita. Lo hago porque amo a mi Dios en todas sus formas y quiero estar cada día más cerca de El aún con mis limitaciones humanas.
Entregarle lo mejor de nosotros al que amamos es lo natural, por eso cuando escuchamos la voz de Dios, ese amor sale de nosotros hacia los demás y se transforma en servicio y buenas obras, porque eso es lo que le agrada al Señor, que amemos a los demás como El nos ama a nosotros. Con la ayuda de su Espíritu Santo podemos ir
creciendo más y más en el amor a semejanza de Cristo, que es nuestro modelo a seguir.
"Señor, quiero amarte hasta tal punto que pueda amar a cada hermano con tu corazón, quiero agradarte Padre bueno, pero muchas veces mis limitaciones humanas se interponen y no me permiten amar a plenitud, ayúdame a liberarme de todo aquello que me aparta de adorarte en espíritu y en verdad. Amen"
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