Cuántas veces hemos actuado como Pedro y pedimos al Señor que nos ayude a conseguir grandes cosas, a caminar sobre el agua, El nos lo permite y nosotros en vez de mantener los ojos fijos en El, miramos las dificultades, los problemas, la escasez y de repente, empezamos a hundirnos. Al contrario de nosotros, Jesús sí tiene los ojos puestos en nosotros y por eso nos tiende la mano a pesar de que le hiera nuestra falta de fe, no permite que nos ahoguemos.
Por qué dudamos, acaso no estamos yendo al encuentro del hombre que acaba de darle de comer con cinco panes y dos peces a una multitud de gente. Cómo podemos pensar siquiera que este hombre nos dejará pasar necesidad si El es el dueño de lo imposible.
Como Elías, muchas veces pensamos que el Señor puede estar en las tempestades, en el fuego, pero increíblemente está en la brisa suave, casi pasa desapercibido en medio de las dificultades de la vida, pero está ahí. Nuestro deber como cristianos consiste en sentir la brisa suave cuando hay fuego, trueno y terremoto, porque el que está en nosotros es más grande que el que está en el mundo, solo que es silencioso.
"Amado mío, perdóname por las veces en que he dudado de ti y me he hundido a causa de mi falta de fe, quiero desde ahora permanecer firme, con la mirada puesta en ti aunque todo a mi alrededor se esté cayendo a pedazos, que pueda sentir siempre la brisa suave de tu presencia y caminar sobre el agua en medio de cualquier circunstancia. Amen"
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