Las tradiciones eran parte importante del pueblo de Israel, de generación en generación se transmitían sus valores, sus creencias, sobretodo el orgullo de ser descendientes de Abraham, de ser herederos de una promesa que lo trascendió a él y les aseguraba el favor de Dios por ser el pueblo escogido. Sin embargo, la generación de Jesús no supo ver en El al Mesías anunciado por los profetas, no guardaron el pacto que hizo Dios con Abraham en la antigüedad.
Nosotros la mayoría de las veces hacemos lo mismo, tan ocupados en nuestros afanes no nos damos cuenta de que Jesús está en las pequeñas cosas, nos enfocamos en lo que nos falta y vivimos con tantos miedos de perder lo poco que tenemos, lo que tanto esfuerzo nos costó. Olvidamos que ya lo tenemos todo en Cristo, que todo nos ha sido dado y por tanto nada tenemos. Nuestra riqueza consiste en guardar la palabra que El nos ha dado, porque sólo así tendremos el mayor tesoro que ser humano pueda tener: la vida eterna.
Pensamos que seremos eternos aquí en la tierra y nos afanamos en conseguir dinero para luego cuando deberíamos disfrutarlo, tener que gastarlo todo en conseguir la salud. En el interin destruimos los dones más preciados: nuestros amigos, nuestra familia, perpetuando el ciclo generación tras generación hasta que como a los judíos quedamos tan vacíos y ciegos que no vemos a Jesús ni aunque lo tengamos de frente.
El hoy te está hablando, quiere que te lo tomes con más calma, que lo busques y te dejes sanar por El, que recuerdes que si buscas de su reino primero tendrás todo lo que necesitas y que si crees en El y lo obedeces no morirás para siempre.
"Quiero guardar tu palabra, Señor, me es fácil hacerlo cuando puedo sentirte cerca, pero cuando no, me pierdo en las cosas del mundo y no te reconozco aunque te vea, abre mis ojos espirituales para estar siempre pendiente de ti y de lo que quieres que haga para ti. Amen"
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