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sábado, 23 de abril de 2011

"Porque, si nuestra existencia está unida a él en una muerte como la suya, lo estará también en una resurrección como la suya." Rm 6,3-11

Hoy reina el silencio en nuestra Iglesia, hasta la vigilia pascual, simbolizando la muerte de Cristo, recordamos el sacrificio que nos dio la oportunidad de poder comunicarnos directamente con Dios, de poder acceder a su recinto santo. Un solo sacrificio, unido a nuestra vida, nos da la vida eterna. Somos los cirineos de Jesús tanto como El es el nuestro. En la medida que crecemos en la fe, nos quejamos menos, aceptamos los golpes de la vida en paz porque confiamos en quien las ha permitido. Dios no es quien nos envía los males, somos nosotros con nuestros pecados los que provocamos la mayoría de ellos, pero el Padre utiliza esas dificultades para moldear nuestro carácter, nos enseña a morir a nosotros mismos y sólo en la fe podemos seguir viviendo en paz, con alegría y esperanza en un mundo donde se venera a la muerte más que a la vida. A lo que debemos morir para estar con Cristo es exactamente a lo contrario de lo que nos ofrece el mundo, debemos morir a nuestro propio yo, renunciar muchas veces a nuestros derechos para conservar la paz, amar a quienes nos odian, a quienes deliberadamente nos hacen daño en cada oportunidad, defender a los que no pueden valerse por sí mismos, dar hasta que nos duela. Pareciera ilógico, pero la realidad es que nuestro reino, nuestra felicidad nunca será completa en esta vida, en este mundo no llegamos a entender el amor en forma plena si no vemos a Cristo porque El es el amor mismo, que se hizo carne para poder enseñarnos a amar. Si alguno cree que sabe amar y no lo hace como lo hizo Jesús, no ha entendido nada. Para resucitar con Cristo, debemos morir con El. Pidámosle a El que nos ayude a dejar atrás nuestro impulso de negarle, de abandonarle cuando más nos necesita, que podamos ser igual que Juan y María su madre, quienes al pie de la cruz miraban sin entender, pero con esperanza.
"Jesús, hoy quiero tener vida nueva en ti, quiero poner en tus manos todo aquello que me aleja de ti, todo lo que me hace actuar como fariseo, como maestro de la ley o como el resto de tus discípulos que te abandonaron en el peor momento de tu vida porque no pudieron comprender tus palabras, quiero que hoy te acuerdes de mí y me renueves de forma que resucite contigo de una vez y para siempre. Amén"

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