Cuando era niña y veía las películas de Jesús en Semana Santa siempre lloraba y decía que si hubiese estado en ese tiempo no lo hubiera traicionado como hicieron la mayoría de sus amigos. No me cabía en la cabeza como era posible que personas que le habían conocido físicamente, comido con El, visto los milagros que hacía, escuchado sus palabras y sobretodo el ejemplo con El que predicó su verdad pudiese ser tan tonta y no entender lo que El les había advertido sobre su muerte y resurrección.
Ya crecí y puedo darme cuenta de que lo más probable sería igual que Pedro si me hubiese tocado vivir en su tiempo, aunque después me arrepintiese enormemente de lo cometido. La verdad es que cada vez que cometo pecado es como si tomara una piedra y se la pegara, ese pensamiento debería ser suficiente para no injuriarle más pero soy terca y continúo una y otra vez atropellando a mis hermanos ya sea con mi orgullo o con mi indiferencia. Por suerte Jesús me perdona una y otra vez y cada día se van espaciando las ofensas, confío que algún día deje de tirarle "piedras" y sólo lleguen a El mis buenas obras en agradecimiento a su paciencia conmigo.
No sé cuáles sean tus "piedras" tal vez ni te has dado cuenta, pero Jesús sí las conoce pídele que te las muestre y te ayude a irlas dejando caer hasta que no quede ninguna en tu mano.
"Jesús amigo, sé que te he apedreado innumerables veces con mis pecados, que hoy sea el inicio de mi santificación y pueda amarte más que a mí mismo actuando conforme a este amor. Cambia mis piedras por los dones de tu Santo Espíritu. Amén"
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