Cuando alguien en el Nombre de Jesús comienza a hacer milagros u otro tipo de intervenciones que las personas agradecen, tienden a ponerlas en el altar y muchas veces olvidan a quien les dio el poder a ellos para poder hacer las obras. El peligro de los mensajeros es que los confundan con El que envía.
La gloria debe ser de Dios y para Dios en todo momento, porque no podemos enorgullecernos de cosas que no son de nuestra naturaleza humana. Dios es quien pone en nuestros corazones el querer y el hacer. Toda buena obra es inspirada por Dios.
Estamos llamados a hacer las buenas obras para darle gloria a Dios a través de nuestro testimonio, pero no podemos perder nuestro rumbo y permitir que los halagos de los hombres le quiten el honor al único que merece nuestra alabanza.
"Señor, dame siempre la humildad de reconocer que todo lo bueno que hago es porque tú me lo has motivado, que no quiera yo tomar tu lugar nunca, sino mostrarle al mundo lo bueno que eres por las obras que haces a través de mí. Amen"
No hay comentarios:
Publicar un comentario