La Eucaristía es un evangelio viviente, dice San Pablo que cada vez que participamos de ella proclamamos la muerte del Señor, hasta que vuelva. Con más ánimo debemos de participar de ella y gozarnos en el alimento que no perece, porque la Eucaristía alimenta en físico y en alma. Muchas almas santas vivieron por años sólo con la hostia sagrada, todos los que creemos en su misterio maravilloso nos alimentamos espiritualmente tanto con la palabra que se comparte como con el pan y el vino que el mismo Jesús nos dice que comamos en su memoria.
Tengamos a Cristo presente en nuestros corazones asistamos a su fiesta, una que prepara diariamente para nosotros de manera especial, no hay ninguna que sea igual a la anterior y todas son hermosas en forma particular porque en todas se encuentra el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, la víctima perfecta que nos reconcilia con el Padre.
¨Amado Jesús, eres sacerdote eterno según el rito de Melquisedec, quiero compartir el pan y el vino que son bebida y comida de salvación, proclamar tu muerte hasta que vuelvas asisitiendo regularmente a tu fiesta, a tu Eucaristía. Pon en mi más amor por tus sagrados misterios para cumplir con alegría lo que me has encomendado. Amen¨
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