Jesús quiere que seamos perfectos y por tanto debemos hacer las cosas por convicción y no para cubrir las apariencias. Muchos de nosotros caemos en la tentación de querer parecer más buenos de la cuenta, porque una reputación impecable es algo preciado en nuestra sociedad. Pero cuando esta reputación es solo una farsa, solo nos engañamos a nosotros mismos.
A Dios no lo podemos engañar, El conoce odas nuestras miserias y todas nuestras cualidades, lo mejor de todo es que aún así nos ama y por eso siempre nos ofrece la oportunidad de cambiar; de hacer las cosas de otra manera.
Debemos analizar qué cosas hacemos para que la gente piense que somos esto o aquello y comenzar a sincerizarnos, de forma que si nos interesa ser lo que aparentamos realmente nos convirtamos en ello, pero no para que los hombres nos honren sino para dar gloria a Dios con lo que somos.
Cuando el Señor ve una actitud sincera en nosotros, se desborda en bendiciones, aunque para los hombres podamos pasar desapercibidos, la recompensa es aún mayor porque te la da El único que sabe exactamente cuál es el valor de las cosas, porque fue El quien las creó.
"Señor, quiero hoy olvidarme de lo que piensen los demás, no me gusta que me critiquen ni que me miren mal, pero más me importa lo que tú piensas de mi. Ayúdame a ser humilde y no buscar el reconocimiento de este mundo sino el tuyo que es el que me dará vida eterna, es tu recompensa la que quiero y no la de los hombres, no permitas que lo olvide nunca. Amén"
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