El mismo Cristo tuvo que sufrir para aprender a obedecer, todos conocemos la noche que pasó orando en el huerto, la agonía que embargaba su alma y cómo al aceptar la voluntad del Padre pudo obtener la paz para su martirio. Al obedecer obtuvo la gloria, la honra y el poder ilimitado, fue exaltado sobre todo nombre y nos liberó de la muerte.
Así mismo nosotros cuando estamos en tribulación, lloramos, suplicamos delante del Señor que nos ayude y si aceptamos su voluntad independientemente de que nos libere o no, tenemos paz y crecemos en obediencia, nuestro carácter se ve fortalecido y obtenemos la victoria que al Padre le interesa, la de nuestro propio ser.
Gracias a los problemas, enfermedades y dificultades del diario vivir podemos fortalecernos y formar poco a poco en nosotros el carácter de Cristo. Cual barro en sus manos, El nos moldea a su manera.
"Gracias, Señor, porque cuando te obedecemos no sufrimos sin propósito, sino que nos vamos transformando en la persona que tú visualisaste desde que nos formaste en el vientre de nuestra madre, gracias por elegirnos para ser siervos tuyos, no importa que pasemos por el fuego, por el río, tú nos enseñas a atravesarlos en obediencia y paz porque vas con nosotros y al igual que con Cristo, obtendremos la victoria para gloria de tu nombre. Amen"
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