El Señor no es gerente, no le importa que tan productivo hayas sido, sólo le importa que te hayas decidido a seguirle, si fue desde que naciste bien, si fue antes de morir también. La paga es la misma, un denario, la vida eterna y eso no debe sorprendernos porque su lógica no es como la nuestra.
¿Acaso a alguno de nosotros se nos ocurriría sacrificar a nuestro propio Hijo para que se salven los peores hombres de la tierra? ¿Acaso derramaría alguno de nosotros cada gota de nuestra sangre por las personas que nos abandonaron, que nos discriminaron y nos calumniaron?
El Señor ve más allá de lo que podemos ver nosotros, porque El conoce lo más profundo de nuestros corazones, confiemos en su misericordia porque no nos falla nunca ni siquiera cuando sabemos bien que no merecemos tantas atenciones. Confiemos en que El tiene un plan perfecto para cada uno de nosotros y ninguno es más que el otro, independientemente del trabajo que haga por el Reino de Dios, lo mínimo que hagas es importantísimo y tendrá su recompensa.
Alegrémonos cuando se conviertan los pecadores más horribles, porque significa que también con nosotros el Señor tendrá misericordia, que nuestra soberbia no nos impida vivir en la alegría de la salvación.
"Amado, gracias por tu bondad infinita, te pido por los que aún no han sido contratados en tu viña para que se animen a trabajar por ti, confiados en que recibirán su paga y que mi corazón se una a la fiesta del cielo por cada pecador que se convierta. Amen"
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