Jesús nos invita a remar mar adentro, no en una barca sino en nuestro corazón. Muchas veces nos quedamos viviendo en lo superficial y según nosotros nuestra vida va muy bien. Sin embargo, cuando remamos mar adentro descubrimos ciertas heridas, actitudes y comportamientos que realmente no van de la mano de lo que Dios quiere que seamos.
Hay mucha gente que anda por ahí atropellando al otro sin darse cuenta, esclavos de sí mismos por una u otra razón y no terminan de encontrarse cara a cara con el Señor.
Cuando Pedro escuchó a Jesús y vió luego las maravillas que hizo en su vida, se sintió indigno de estar en su presencia porque era un pecador. Esta actitud de humildad y conciencia de pecado le valió la invitación del Señor para ser pescador de hombres.
Aceptemos esa invitación, pero primero dejemos todo lo que nos limita a estar plenamente con El.
"Señor, cambiame por dentro pues muchas veces me quedo en lo superficial, sólo con tu ayuda puedo lograr una transformación verdadera, no sólo de apariencias pues aunque me pueda engañar a mí misma tú conoces lo que hay en mi corazón, quiero ser genuinamente tu sierva. Amen"
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