La oración debe hacernos salir con la cara radiante al igual que Moisés. Al contemplar a Dios, nos llenamos de alegría, de paz, de esperanza y nos vemos diferentes para los demás. Alejados del estrés del diario vivir, abandonados en los brazos del Padre,con un gozo que nadie nos puede quitar.
Saquemos el tiempo para orar, para contemplar los misterios de la vida de Jesús a través del Santo Rosario, los sacramentos pero no como el que quiere salir del paso como muchas veces hacemos, sino como quien visita a un amigo muy querido y quiere estar a su lado para saber cómo está, para compartir penas y alegrías o simplemente para sentir su compañía en silencio porque entre buenos amigos, no siempre hacen falta las palabras.
"Oh, Dios, dame un corazón de adorador, uno que se regocije al hablar contigo como lo hace una novia con su novio, que solo necesite tu presencia para estar feliz y sentirme segura en tus brazos porque sé que me amas. Que mi oración se note desde mi cara hasta mi vida. Amen"
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